El maravilloso apioEl apio ya era conocido por
egipcios, griegos y romanos, aunque en una forma silvestre antecesora del apio que ahora comemos. Se consideraba una planta con potencial curativo, pero de poco valor gastronómico. Estos pueblos ya habían descubierto sus
cualidades diuréticas.
El apio crece con mucha facilidad, tiene tallos fibrosos de color verdoso con hojas parecidas en forma a las del perejil, sólo que de mayores dimensiones. Su
alto contenido de fibra lo hace uno de los alimentos más populares en las dietas de adelgazamiento.
Tiene un sabor peculiar, tendiente a ser intenso y a veces amargo. En su cultivo se evita que el sol dé directamente sobre el tallo, procurando que sólo incida en las hojas. Sus hojas secas se suelen emplear para
sazonar y condimentar caldos y sopas.
No tiene mucho contenido calórico debido a su composición de un 60 a 70% de agua. Tiene gran cantidad de minerales como el
sodio, el calcio y el potasio, proporciona algo de vitamina C y betacarotenos.
Una de sus propiedades más acusadas es la de provocar la diuresis, propiedad debida a su aceite esencial que tiene un efecto dilatador de los vasos renales, por lo que se usa para
eliminar toxinas y en afecciones como reumatismo.
Los tallos tiernos tienen una textura crujiente, se pueden consumir crudos en ensaladas, de hecho el apio es uno de los componentes esenciales de la tradicional ensalada Waldorf.
El apio es tan versátil que admite, además de su ingestión crudo, casi todas las formas de cocción: al vapor, frito, hervido, con rellenos o salsas. Se utiliza su tallo, sus hojas y semillas para
condimentar estofados o acompañar pescados.
Sus semillas trituradas con sal dan origen a uno de los condimentos de alta cocina conocido como sal de apio, también se le encuentra combinado con ajo desecado.